La bestia negra de Sánchez está en Jerusalén (y tiene motivos jugosos para seguir siéndolo) (2024)

La guerra Israel-Gaza llevaba ya unas semanas en marcha cuando Israel Katz (69 años) fue nombrado ministro de Exteriores. Aunque el cambio estaba previsto -intercambio de ministerios con Eli Cohen- se trata de una de las sillas más calientes de la diplomacia mundial: Israel ha cambiado cinco veces de ministro de Exteriores en cinco años.

Antes de este lustro volátil, el presidente Netanyahu se encargó de gestionar el ministerio personalmente. Si Exteriores es un material altamente sensible para Israel en condiciones normales, en guerra mucho más. Lo chocante (o quizá no tanto) es que cuando el trabajo diplomático parece más delicado que nunca, Israel lo haya puesto en manos del tuitero más salvaje a este lado del Pecos...

En efecto, no hay que ser un diplomático con 50 años de experiencia en Oriente Medio para intuir que la imagen de Israel no pasa por su mejor momento a nivel internacional. Cuanto más queda Gaza reducida a cenizas, mayor es la crisis reputacional de Israel en países como España, algo que ni el mayor fan de Benjamin Netanyahu negaría en estos momentos, aunque se recurra al comodín del antisemitismo para justificarlo todo.

Cuando el Tribunal Penal Internacional (TPI) quiere detener al presidente Netanyahu y hay manifestaciones propalestinas en medio mundo, uno se imagina a la alta diplomacia israelí trabajando discretamente para suavizar la animadversión, pero lo que ve la opinión pública internacional es al ministro de Exteriores israelí metiendo fuego en Twitter a todo lo que se mueva: su furor tuitero es tal que Óscar Puente parece una monjita de la caridad a su lado.

La frase más célebre del israelí: "Si en Bélgica siguen comiendo chocolate y disfrutando de la vida, no podrán combatir el terrorismo islámico"

De algún modo, Katz ha estado toda su carrera preparándose para este momento de ardor bélico. Hijo de padres muertos en el Holocausto, se formó en la guerra (sirvió en el cuerpo de paracaidistas) y viene de la línea dura institucional: como ministro de varias carteras, siempre ha mostrado el máximo apoyo al asentamiento de colonos y la máxima resistencia a la solución de los dos estados. Entre sus mayores excesos retóricos, está el haber pedido asesinar a los militantes internacionales del boicot a los productos israelíes.

Desde que España endureció su postura hacia Israel por la invasión de Gaza -reconocimiento del estado palestino y respaldo a la demanda por genocidio en el TPI- el tuitero Katz va cuesta abajo y sin frenos contra celtiberia: relacionó el terrorismo con las sevillanas en un vídeo, dio lecciones de historia (“se acabaron los días de la Inquisición”), amenazó a los españoles (“a quien nos haga daño le haremos daño”) y difundió fotomontajes de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz con huevos cascados en la cara. También ha atacado al primer ministro turco Erdogan por “abrazar a los asesinos de Hamas”, y a la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA) por el mero hecho de existir.

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Katz acostumbra a poner en copia a Alberto Núñez Feijóo cuando tuitea contra Sánchez cosas del tipo: “En respuesta al reconocimiento por parte de España del Estado palestino, y al llamamiento antisemita de la vicepresidenta española de ‘liberar Palestina desde el río hasta el mar’, he decidido cortar la conexión entre la representación de España en Israel y los palestinos, y prohibir al consulado español en Jerusalén prestar servicios a los palestinos desde Cisjordania. Si este individuo ignorante y lleno de odio quiere entender lo que realmente busca el Islam radical, debería estudiar los 700 años de dominio islámico en Al-Andalus, o la España de hoy”.

¿Demasiado agresivo para ser efectivo?

Habla un diplomático europeo acreditado en Tel Aviv. “[Katz] es creativo, si. O, mejor dicho, se rodea de jóvenes creativos. Unas veces acierta, otras no”, cuenta sobre el ministro tuitero (y su equipo).

Respecto a sus lealtades políticas: “Es fiel a Bibi [apodo de Netanyahu]. Es su mejor divisa, su mejor tarjeta de presentación”, zanja el diplomático.

Diplomacia heavy

Más allá de los conflictos de Israel, en los tuits de Katz también hay un mar de fondo internacional, una tendencia más agresiva en la diplomacia mundial, sobre todo desde el coronavirus, cuando China apretó las clavijas diplomáticas a varios países por la, según ellos, cansina superioridad moral de Occidente. Una nueva y joven diplomacia china más incisiva, los Wolf Warriors, cuyas prácticas han ido calando en varias latitudes.

Súmenle la agitación permanente del nuevo trumpismo -los recientes choques entre Milei y Sánchez, que han servido a ambos para cohesionar filas internas- y vislumbrarán la querencia actual por la guerra cultural como nueva diplomacia de alto voltaje.

"Katz es creativo, sí. O, mejor dicho, se rodea de jóvenes creativos. Unas veces acierta, otras no"

“Los diplomáticos chinos tienen dos audiencias. Una es la comunidad internacional y la otra es doméstica. Para nosotros el tono de sus mensajes puede ser incomprensible, pero también están hablando para su propia comunidad. Son simultáneas”, explicó una experta a este periódico sobre los Wolf Warriors.

En el caso de los tuits desenfrenados de Katz, ocurre un poco lo mismo. O cuando una coyuntura nacional caliente puede acabar devorando las relaciones internacionales.

Tiene un pasado

Aunque los tuits de Katz contra Sánchez llaman la atención por su crudeza, no es la primera vez que el ministro israelí escala un conflicto diplomático (o incluso lo genera) con declaraciones subidas de tono.

En 2020, en su primera etapa al frente de Exteriores, y sin venir demasiado a cuento, acusó a los polacos de “mamar el antisemitismo de los pechos de sus madres”. El incendio diplomático consiguiente no gustó a Netanyahu -el ministro se llevó una reprimenda- aunque, como ahora veremos, los exabruptos de Katz tienden a estar alineadas con el pensamiento presidencial.

Pero la colisión bocachanclista que mejor refleja la naturaleza política de Katz sucedió tras el gran atentado del terrorismo islámico en el corazón institucional europeo.

En marzo de 2016, una oleada de ataques en el aeropuerto y el metro de Bruselas causó 32 muertos y 300 heridos.

Con Europa conmocionada, Katz acusó a Bélgica (y a los europeos en general) de estar apijotados: “Si en Bélgica siguen comiendo chocolate y disfrutando de la vida, encantados de ser grandes demócratas liberales, nunca podrán luchar contra los musulmanes de su país que están organizando el terror”.

"La primera regla de la guerra es conocer a tu enemigo. Pero Europa y el gobierno estadounidense no están dispuestos a llamar guerra contra el terrorismo islamista a lo que está pasando", añadió Katz horas después del atentado de Bruselas.

El Washington Post tituló: “Los belgas deberían comer menos chocolate y centrarse en la guerra contra el terror, dice un ministro israelí”. Y la versión británica del Huffpost: ”Ministro israelí culpa a los belgas que comen chocolate del atentado en Bruselas”.

El chocolate belga convirtió a Katz por primera vez en meme internacional… al tiempo que reforzaba su rol interno de vocero de la línea dura, el hombre que afeaba a Occidente sus valores y se mofaba de sus hombres blandengues. Disfrutar de la vida y del chocolate: mal. ¿Israel contra el mundo o Katz yendo por libre?

Al contrario de lo que podría pensarse cuando un ministro pierde el oremus en Twitter con exabruptos que parecen perjudicar a los suyos, por regla general se trata de versiones punkies del argumentario oficial. En efecto, a la vez que Katz desbarraba sobre el chocolate belga, Netanyahu daba una rueda de prensa para soltar el mismo mensaje de fondo, pero con lenguaje polite: "Muchos países del mundo deberían aprender de nuestra experiencia en la guerra contra el terror”.

Síntesis de lo que querían decir Katz y Netanyahu a los belgas: europeos, dejad de comer chocolate y de ver cine de autor, y os enseñaremos a hacer la guerra contra el terror, vuestra guerra es nuestra guerra (analogía más vendible, eso sí, tras un atentado en Bélgica que tras un bombardeo en Gaza).

En cualquier caso, en Katz no habría un tuitero perdiendo los papeles, sino una punta de lanza de la comunicación política israelí en tiempos de guerra. O estás con nosotros... o eres un flamenco terrorista. No es el mensaje más sutil, pero es el suyo cuando vienen mal dadas.

El califato

Tras completar su primer ciclo en el ministerio de Exteriores, fuentes diplomáticas aseguraron al periódico israelí Haaretz que Katz había sido una “marioneta” de Netanyahu con un “funcionamiento limitado” en los medios israelíes.

Un informe del think tank Institute for Regional Foreign Policies (Mitvim) concluyó que Netanyahu seguía dirigiendo la política exterior en la sombra: mientras el ministro Katz reducía su agenda bilateral al mínimo, en la web del ministerio de Exteriores había 250 anuncios o noticias con Netanyahu en el titular, por 20 de Katz.

“Katz llevó a cabo pocas reuniones con sustancia diplomática y pocas visitas al extranjero… Aunque fue invitado a varios eventos internacionales, sus actividades no parecieron tener un impacto diplomático significativo. Mientras las relaciones con EEUU continuaban cocinándose por los canales habituales de Netanyahu, la solicitud de Katz de reunirse con el secretario de Estado Mike Pompeo fue rechazada. En cuanto a Europa, Katz continuó con el tono agresivo marcado por Netanyahu frente a la UE, además de intentar impulsar las relaciones con estados y líderes simpatizantes de Israel”, según el Mitvim.

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Las cosas, por tanto, no parecen haber cambiado mucho para Katz en su segundo ciclo en Exteriores, más allá de su inflamado perfil tuitero al ritmo de los tambores de guerra.

Cuando nuestro hombre volvió al ministerio, Allison Kaplan Sommer describió las claves de su nombramiento con toda crudeza en Haaretz: aunque Exteriores había “perdido la mayoría de su poder y prestigio” por la monopolización de Netanyahu y los equilibrios internos en el Gobierno, a Katz no le importaba porque aspiraba a un “premio mayor”: sustituir a Netanyahu cuando decida echarse a un lado.

Katz, en definitiva, quiere ser califa en lugar del califa. Si cree que tuitear pasado de frenada le ayudará a conseguir ese objetivo, no duden de que va a seguir haciéndolo.

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